miércoles, 23 de junio de 2010

Sobre Morada del Alma

Individual presentada del 20 de mayo al 21 de junio en el Teatro Yuyachkani

El cuerpo herido-muerto-desaparecido parece condenado al olvido por el sentido común generalizado que no admite errores. Las madres-hijas-esposas parecen estar por encima de este orden y se rebelan contra él. La víctima y sus familiares, ambos vestigios de nuestra memoria colectiva reciente, el primero detenido pero vivo en sus familias y estas más vivas que nunca. Ambos actores se articulan en la muestra alrededor de la textura del tocuyo crudo y el dibujo realista para presentar a los protagonistas de nuestra memoria ocultada. Ambos, para ser mortaja y remiendo, venda y herida, silencio y coraje.

Morada del alma en quechua es Ayacucho. Las varias acepciones del idioma me permiten creer más en este significado que en el tétrico y difundido “rincón de muertos”. De Ayacucho son también las madres del ANFASEP (Asociación Nacional de Familiares de Desaparecidos, Detenidos y Torturados del Perú), verdadera morada de alma de nuestro pueblo. Ellas como todos los afectados por el conflicto armado interno que luchan contra todo y todos por verdad y justicia, son rincón y refugio, precisamente, de la verdad y la justicia. Moradas para tomar impulso y fuerza frente al dolor y la indiferencia de los sectores más conservadores de nuestra sociedad, principales perpetuadores de esta condición.

Sobre las obras…

Morada del Alma cuenta con cuatro piezas de formato grande trabajadas por medio del claro oscuro sobre tocuyo crudo, con sutil uso de texturas, donde el material y la imagen se complementan y encuentran su propio sentido. La muestra, podría decirse, está dividida en dos. De un lado “La Luchadora” y “Sin Palabras”, piezas que hacen referencia al papel de los familiares en estos 30 años de rechazo y de lucha constante.

“La Luchadora”, como obra, es el punto de partida de toda la propuesta visual y conceptual de la serie, y está además, dedicada a las madres del ANFASEP. Son precisamente ellas las que en el año 1983, durante el pico más alto de violencia se organizan como asociación, antes que nadie para pedir por sus hijos, por justicia y respeto a los DD.HH. En esos años confeccionaron, con costalillos de harina regalados, una banderola que rezaba: VIVOS LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS. A ese remiendo de costalillos llaman cariñosamente La Luchadora. Es justamente este material frágil pero potente el que sirve de insumo para crear toda la serie de Morada de Alma. Rescatar ese primer material precario, insumo podre y recursero de las que lo tiene todo en contra, para convertirlo en pieza de exhibición. Tocuyo de costalillos de harina, que por precario es potente, que por simple, contundente y por pobre nos interpela.

En “La luchadora” son los rostros orgullosos y felices de mujeres valientes seguras de sus derechos, los protagonistas.

“Sin palabras” es un tocuyo remendado e intervenido con un fragmento del testimonio de Angélica Mendoza, fundadora y primera presidenta de ANFASEP.

"Señor yo no tengo miedo de morir, moriré, les daré los cinco solcitos que tengo, por la pérdida de su bala; pero, primero díganme dónde está mi hijo, cuando sepa dónde está mi hijo voy a morir tranquila". (Mamá Angélica dijo estas palabras sola y rodeada de militares que discutían si matarla o no, mientras buscaba a su hijo entre varios cadáveres amontonados en un socavón, segundos después de que una bala le rozara la cabeza. El mismo espíritu incansable y brioso de casi treinta años de lucha).

La otra mitad, está conformada por dos piezas, “De Cuerpo Presente I” y “De Cuerpo Presente II”: Ambas representan al familiar víctima y la presencia-ausencia de éste, del dolor, del recuerdo y del “trauma”, en los deudos.

“De Cuerpo Presente I”, es la imagen de un Cristo crucificado con una máscara de diablada puneña y debajo la frase “sus derechos humanos son una cojudez”. La representación del cuerpo del dios católico en alusión al cuerpo agredido de los afectados por el terror. La máscara explora explicaciones de fondo del conflicto, va más allá e intenta encarnar el choque de culturas que vivieron nuestros pueblos desde la conquista. La satanización del indio y su cultura, el etnocidio que tuvo como aliando ideológico en la conquista y durante la república a la iglesia católica, cuyo máxima autoridad dijo textualmente, en una nueva versión del mismo pensamiento virreinal, la frase que se lee a sus pies. Lógicas que casi doscientos años después se siguen repitiendo.

Completa el díptico un saco y un pantalón, como si estuviera siendo velado en la década de los 80 en la sierra peruana, de cuerpo ausente. Debajo de él la frase, “Soy algo sin vida pero que respira”, el familiar perdido pero vivo en la memoria de los familiares, latente, esperando justicia, y ciudadanía.

Completa la muestra un objeto colgante en el centro, una especie de quipu-rosario de objetos de la vida cotidiana envueltos en tocuyo, el material cohesionador de todas las piezas, que envuelve y protege, que oculta y re significa estos objetos que se tornan depositarios de la memoria del ausente en casa, en el trabajo, en la vida.

El Sentido general del alma

La memoria individual del familiar y por lo tanto su vida cotidiana, al no poder desligarse del hecho traumático de la desaparición violenta del ser querido vive como en aparente “pausa”, la presencia y el recuerdo constante son tortuosos. Muchos son los testimonios recogidos por la CVR de familiares que dicen estar “como locos” o que “no son los mismos… y que lloran todo el tiempo”. Ejemplos claros de las consecuencias del olvido impuesto desde el poder a todo lo que signifique la memoria del conflicto armado interno.

Precisamente se debe de buscar el otro tipo de “olvido”, aquel que es el resultado de un proceso de memoria reconstruida y trabajada colectivamente, el mismo que tendrá una dimensión terapéutica. Sanación que va de la mano, ciertamente, con la justicia y reparaciones a los afectados. Luego de esto, recién, podríamos empezar a hablar, a nivel individual, del olvido sanador.

A nivel social, el resultado no será el olvido, por el contrario, la memoria viva nos obligará a empezar a construir la tan mentada reconciliación. Pero de a verdad.

Mi tercera individual, esta vez acompañó la temporada de estreno en Lima de Con-cierto Olvido de Yuyachkani ,y fue antes que nada homenaje al valor, coraje y fuerzas de flaqueza que los miles de familiares de desaparecidos-detenidos-torturados, tienen de sobra. Pero es también un reclamo a la sociedad y sus dirigentes, por la indiferencia a unos y la desidia y el sabotaje de los segundos.

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